Es muy probablemente que los últimos tiempos hayáis escuchado hablar de en Villa McGuffin, aunque hasta hace poco ni el tato conocía este sitio porque no valía un carajo. Fundada por dos primos de apellido McGuffin y toda su extensa prole, este asentamiento de mierda era tan ridículamente insignificante que ni siquiera aparecía
en los putos mapas.
Pero, ¡oh, sorpresa! Un día, se consiguió abrir la ruta comercial entre Puentechatarra y Merkadome, y resulta que Villa McGuffin estaba justo en el puto medio. Así que de la noche a la mañana, esta porquería de asentamiento se convirtió en
un lugar de paso obligatorio para los viajeros y mercachifles que se dedican a patear a través del Páramo.
La familia McGuffin, esos hijos de puta que fundaron este antro, de repente se vieron al frente de una mina de oro… o al menos de una mina de mierda con un poco de brillo. Y a pesar de sus pintas poco agraciadas salidas de generaciones de endogamia, fueron lo suficientemente listos como para ver el negocio, y darse cuenta que esa
gente de paso venía con las manos llenas de balas después de comerciar, y que más allá de putas y alcohol, el juego era más rentable que un pozo de agua en medio del jodido desierto.
Y no se puede decir que no hayan montado oferta. Desde los típicos juegos de cartas y dados, a arenas de combate improvisadas, pasando por concursos de escupitajos o patadas en las bolas.
Sin embargo, tanta fama, atracción y balas pasando de una mano a otra han llamado la atención de todas las facciones de esta zona del Páramo, que lo ven como un lugar estratégico y una fuente de negocio muy jugosa. Así que a nadie le extrañaría que dentro de poco hubiera piños por hacerse con su control . Yo la verdad que lo veré todo comiendo unas galligartitas.