Al oeste de Puentechatarra, cerca del abandonado parque de Luckyland, se levanta uno de los lugares que resultan más chungos de toda esta zona. Grandes carpas circulares, decoradas con franjas de colores saltones ya desgastados, cubren
una planicie en la que se apiñan los restos de una gran feria popular: food trucks hechos polvo, casetas de feria derrumbadas, atracciones convertidas en montones de chatarra y cosas así.
Las carpas principales, no obstante, están en bastante buen estado y siguen aguantando de pie contra todo pronóstico. Cómo se llamaba este circo en sus días de esplendor no se sabe, pero ahora este lugar ha sido elegido por los tarados de la Hermandad de la Risa Floja como su campamento base.
Esta hermandad es una agrupación de hombres y mujeres que han consagrado su vida a alegrar la existencia a los demás desgraciaos que viven por el Páramo. Conocen las historias sobre los antiguos payasos que llevaban risas y diversión a mayores y pequeños por igual, y se han propuesto adoptar el papel de modernos bufones para hacer más llevadero el mundo de mierda que hemos heredado de los hijoputas que apretaron el botón rojo.
Se visten con uniformes coloridos y vistosos, de tallas demasiado grandes para ellos, lucen sombreros horteras o ridículos, se dejan bigotes absurdos y algunos se las arreglan para andar por ahí con unos zapatones gigantescos. Mujeres barbudas, forzudos de cartel, domadores de galligartos y payasos bromistas forman un plantel muy pintoresco de peña que sólo busca arrancarte una sonrisa. Y podrían conseguirlo… si no fuese porque dan un canguelo que te pasas.
Aunque se llaman a sí mismos la Hermandad de la Risa Floja, o simplemente la Hermandad, cuando van de “gira” a ese grupo le llaman Troupe y es el nombre que les ha quedado.
Los jefes de pista, o direttori, son los líderes naturales de cualquier sección de la Hermandad (ellos llaman Troupe a lo que cualquier otro parameño normal llamaría banda). Trazan planes, organizan bolos, anuncian sus espectáculos con gran fanfarria y se preocupan de que a sus muchachos no les falte el curro.