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Parece ser que ha llegado a Puentechatarra un tipejo que se ha puesto a repartir balas a todo aquel que sepa dibujar algo más elaborado que una polla (aunque tampoco le hace ascos a algún dibujo de rabos). Dice que quiere hacer un libro en el que se recopile la evolución de los últimos 10 años que ha sufrido el Páramo, pero que como la mayoría de la gente es una inculta de los cojones y no sabe leer (sólo así se explica que no nos estemos forrando con esta Gaceta) es mas fácil hacerlo con dibujitos. Como todo el que intenta hacer cosas mínimamente culturetas se va a comer los mocos, pero oye si le hace feliz tirar balas, allá él y mejor los demás.
Una vieja pelleja con una bandera hecha jirones puesta sobre la chepa, que no se sabe ni a qué representa, se ha plantao en la puerta del Consejo de Puentechatarra y se ha liado a pegar berridas agudas y la hostia de molestas para pro- testar porque por una vez en la vida las cosas se estaban arreglando con diálogo y no a base de fostiales como toda la vida. Sus chillidos ensordecedores y molestos tenían como objeto entorpecer las pacíficas negociaciones. Y oye al final éxito tuvo, pues se terminó resolviendo el problema a hostias, lo malo es que el problema había pasado a ser ella. El caso es que se ha convertido en una especie de mártir para muchos, que hasta quieren que se hagan figuras o estatuas a su imagen y semejanza.
Como somos muy amables y sabemos que muchos de vosotros andáis faltos de balas. Y sobre todo porque sin esas balas no podéis ir comprando la Gaceta todos los meses, vamos a intentar informar, cuando podamos y nos acordemos, de
algún trabajilllo que haya disponible.
En esta ocasión, nos llega la información de que una antigua chatarrera retirada en Samanthia, a la que llaman Paposgordos (vamos, digo yo que la llaman así y que no es que le hayan puesto ese nombre, pero visto lo visto tampoco lo descarto) busca peña capaz para recuperar cachivaches antiguos de sitios chungos. Obviamente, los interesados deben a Samanthia y encontrarse con ella.
Suele estar en la sede de la Cábala de las Retromierdas Molonas.
ANUNCIOS DE INTERÉS
O NO, YO QUE SE
Compro dibujitos que no sean de pollas. Es más, también me valen de pollas.
REF-Caro
¿Y cuándo dices que tengo que empezar a dictar?
Ref: ¿Ahora?
Regalo alpiste con esteroides, que se me pone agresivo el pollito
Ref – Pavo
LA NOTICIA DEL MES
Es muy probablemente que los últimos tiempos hayáis escuchado hablar de en Villa McGuffin, aunque hasta hace poco ni el tato conocía este sitio porque no valía un carajo. Fundada por dos primos de apellido McGuffin y toda su extensa prole, este asentamiento de mierda era tan ridículamente insignificante que ni siquiera aparecía
en los putos mapas.
Pero, ¡oh, sorpresa! Un día, se consiguió abrir la ruta comercial entre Puentechatarra y Merkadome, y resulta que Villa McGuffin estaba justo en el puto medio. Así que de la noche a la mañana, esta porquería de asentamiento se convirtió en
un lugar de paso obligatorio para los viajeros y mercachifles que se dedican a patear a través del Páramo.
La familia McGuffin, esos hijos de puta que fundaron este antro, de repente se vieron al frente de una mina de oro… o al menos de una mina de mierda con un poco de brillo. Y a pesar de sus pintas poco agraciadas salidas de generaciones de endogamia, fueron lo suficientemente listos como para ver el negocio, y darse cuenta que esa
gente de paso venía con las manos llenas de balas después de comerciar, y que más allá de putas y alcohol, el juego era más rentable que un pozo de agua en medio del jodido desierto.
Y no se puede decir que no hayan montado oferta. Desde los típicos juegos de cartas y dados, a arenas de combate improvisadas, pasando por concursos de escupitajos o patadas en las bolas.
Sin embargo, tanta fama, atracción y balas pasando de una mano a otra han llamado la atención de todas las facciones de esta zona del Páramo, que lo ven como un lugar estratégico y una fuente de negocio muy jugosa. Así que a nadie le extrañaría que dentro de poco hubiera piños por hacerse con su control . Yo la verdad que lo veré todo comiendo unas galligartitas.